¿Cómo transmutar el miedo?
El miedo sólo puede
existir cuando percibes tu realidad externa como separada de tu realidad
interna, de quien tú eres.
Cuando los sucesos se
vuelven incontrolables, cuando eres un navegante en tu propia vida… deviene el
miedo, la incertidumbre. Cuando te vuelves consciente de tu poder creador, el
miedo desaparece. Poco a poco, se diluye en la experiencia diaria de vivir, de
descubrir todo lo que tú has creado.
Para transmutar el miedo
es necesario volver al presente. En el presente el miedo no puede existir. Se
diluye. Se disuelve. Desaparece como una sombra, como una cortina de humo que
dejas atrás.
El miedo se basa en la
proyección de experiencias del pasado, propias o ajenas. Pero en el presente no
existe. El miedo puede paralizarte por no saber cómo resolver una situación en
el futuro, y distraerte de prepararte con los elementos que posees hoy para
estar preparado/a cuando ese futuro llegue. El miedo suele basarse en
la posibilidad de que algo horrible sucederá si no te defiendes, si no tomas precauciones.
No es necesario poner tu
mano sobre una serpiente venenosa para probar que no tienes miedo. Pero es
igualmente innecesario sentir terror de una serpiente en una fotografía como si
ya te hubiera mordido.
Para ser transmutado, el
miedo debe ser parte consciente de tu vida. Cuando se presenta, debes
comprender qué hace allí. Observarlo. Dejarlo libre. Pues el miedo que
paraliza, sólo existe en la proyección de tu mente; hacia el pasado o el
futuro. No ES aquí y ahora.
Es así como puedes
transformar al miedo en un aliado. Es la mejor referencia que encontrarás para
conocerte, para darte cuenta hacia dónde miras, dónde estás y dónde no. Pues si
no estás en el presente, aquí y ahora… no estás. Nada ni nadie puede existir
fuera de este momento presente.
Evita convertirte en una vieja
foto de un pasado que ya pasó… Evita no ser lo que podrías estar ya siendo hoy
por esperar condiciones externas ideales que tú mismo puedes crear.
Un Ejercicio:
Coge una bolsita, real o
imaginaria, de tela y color violeta, si es posible. Mete en ella todos esos
miedos que te dicen lo que no puedes hacer, ser, tener, o vivir lo que tú
desearías vivir. Escribe individualmente cada miedo en un trozo de papel o visualízalos.
Mételos allí dentro. Siente cómo el peso de la bolsa crece, como va llenándose
de los miedos más grandes. Ese miedo a la soledad, introdúcelo; el miedo a
sufrir por amor; el miedo a fracasar, y también el miedo a tener éxito. El
miedo a las alturas, al agua, al fuego… Introdúcelos en la bolsita. También ese
miedo hacia ciertas personas; el miedo a no cumplir las expectativas de otros;
el miedo a confiar, a creer, a soltar… Considera el peso que ahora tiene tu
bolsa, ese es el peso que estabas cargando tú.
Cuando hayas terminado, abraza
esa bolsita llena de miedos. Abrázala con tus brazos, apretándola contra tu
corazón como si fuera un ser querido al que deseas transmitirle todo tu Amor.
Hazlo. Allí donde están no pueden tocarte, no pueden proyectarse ni hacerte
daño a ti o a tu entorno. Sólo pueden recibir lo que tú des de ti. Abrázalos.
Todo el tiempo que sea necesario.
Rodea con todo el Amor que
puedas a tu bolsa de miedos. Siente cómo la bolsa comienza a moverse. Respira
profundo. Visualiza que ahora tu bolsa de miedos está rodeada de Amor, Luz, Paz
y Armonía. De todos los sentimientos bellos que valoras, que quieres
experimentar diariamente.
Piensa en todo lo que
harías si esos miedos no existieran. Y siente cómo esos miedos comienzan a
hacerse más livianos.
En esa bolsa de miedos hay
una revolución interior.
Cuando sientas que tu
bolsa es muy liviana, que se ha quedado sin peso… puedes abrirla nuevamente. ¿Qué sucedió? ¿Cómo percibes
ahora lo que había antes en esa bolsa? Algo seguramente ha cambiado…
Es que esa bolsa llena de
miedos oscuros, pesados, dolorosos, paralizantes… ahora es simplemente una
bolsa, vacía de peso… llena de ti. Y tú, tú no eres tu miedo.
Este ejercicio es para tomar consciencia de la presencia de los miedos y de la capacidad transformadora de cada ser. Es un ejercicio para liberarlos que puede realizarse cuantas veces sea necesario.
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