El Orgullo, al otro lado del Amor. ¿Cómo reconocerlo?

El orgullo es una alta opinión de uno mismo mediante la cual la persona se presenta con una superioridad y un aire de grandeza extraordinario. Puede ponerse de manifiesto en circunstancias positivas. En esos casos nace de causas nobles y puede ser hasta justo. El orgullo de ser un buen cirujano, una buena madre, un excelente poeta, ser de una región concreta de un país... todo esto está dentro de unos límites normales. Puede encuadrarse en el reconocimiento a una labor bien hecha.

La otra es la soberbia enmascarada, que es la más habitual y que se camufla por los entresijos de la forma de ser y que es más propia de las personas inteligentes ¿cuáles son estos síntomas?

-Aire de suficiencia y engreimiento que refleja un bastarse a sí mismo y no necesitar de nadie. Engreimiento lleva al hábito altanero. 

-Susceptibilidad por cualquier crítica con un cierto fundamento.

-Gran dificultad para pasar desapercibido. Necesitan ser el centro de atención.

-Tendencia a hablar siempre de sí mismo, si éste no es el tema central de conversación, enseguida decae su interés en la participación y el diálogo con los demás.

-Desprecio hacia cualquier persona de la que se pueda oír alguna alabanza. Esta embriaguez puede disfrazarse de los más variados ropajes.
 
La soberbia entorpece y debilita cualquier relación. Cuando alguien tiene un amor desordenado a sí mismo como el descrito, es difícil darse a otra persona y poner los sentimientos y todos sus ingredientes para que esa relación se consolide. Esto hace casi imposible la convivencia, volviéndola insufrible, pues reclama pleitesía, sumisión, acatamiento y hasta servilismo. No podemos olvidar, que para estar bien con alguien, para establecer una relación de convivencia estable y que funcione hace falta estar primero bien con uno mismo.

El orgullo es uno de los factores que más contribuyen a los desórdenes mentales y emocionales. La persona orgullosa, puede decirse, padece una distorsión mental y emocional.

El orgullo es una reacción, un muro defensivo que se levanta cuando creemos que estamos siendo heridos o castigados (sea cierto o no).

El orgullo se resiente ante la corrección o la sugerencia de personas ajenas, y no suele expresar: ¡estaba equivocado, lo siento!

El orgullo justifica los errores y equivocaciones para proteger al Yo. Una señal de fuerza y nobleza es reconocer que somos humanos y que cometemos errores, pero una persona orgullosa en realidad es débil y necesita reivindicarse a sí misma y querer tener siempre la última palabra. Prefieren estrellarse antes que cambiar de parecer.

El orgullo no olvida una ofensa, por eso va muy de la mano del rencor. Tiene dificultad para admitir sus errores y para perdonar el de los demás.

El orgullo está tan centrado en el Yo, que es súper-sensible a sus propias heridas, pero muy insensible a las heridas de otros y no se da cuenta cuando hiere a otros.

El orgullo hace a las personas complicadas y muy sistemáticas, todo se estructura a su manera. El orgullo trae engaño, hace pensar que uno puede hacerlo mejor que todos los demás.
El orgullo es la razón por la cual no permitimos quebrantarnos delante de los demás. Para algunos, resentirse es una señal de debilidad, pero no es cierto. La persona débil es aquella que se ha endurecido.

El orgullo  es la razón principal de la desunión. Es la razón por la que la gente cree ser mejor que otros. ¿Por qué hemos de mirar a otros por encima del hombro?

Para el orgullo todo lo ajeno es ficticio o no tiene validez. El orgullo, por lo tanto, destruye el discernimiento. La iluminación es fruto de la humildad.

El orgullo es lo opuesto al amor. El amor es totalmente desinteresado pero el orgullo busca sus propios intereses. "¿qué hay para mí aquí?" el orgullo sólo piensa en sí mismo. 

El orgullo no reconoce el amor. El orgulloso antepone el amor a sus propios intereses. El amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser.

A la mayoría de las personas no les interesa lo que se ES sino COMO LES VEN, su imagen es más importante que la realidad. Y así, las personas se lanzan a participar en la carrera de las apariencias, es el típico juego de quién causa mejor impresión.

Por el orgullo pagamos los más altos precios. Para sobresalir se suelen echar mano de diferentes recursos según la ocasión o de acuerdo a sus posibilidades:

-La persona orgullosa desea ser adorada, quiere que se le rinda culto a su persona porque inconscientemente se cree una diosa.

-Hablar en voz alta utilizando una pronunciación jactanciosa para aparentar alto nivel intelectual, social o económico, empleando términos rebuscados o muy técnicos.

-La autosuficiencia: da la impresión de que se las sabe todas. Que nadie puede enseñarle algo. Quiere dar la imagen de que conoce todos los secretos de la vida.

-La invulnerabilidad: siempre da la imagen de ser alguien imbatible e invencible. Aunque se esté muriendo por dentro, nunca se mostrará débil impotente o necesitado ante los demás, minimiza cualquier aflicción o dolor que esté soportando, pero pierde así la oportunidad de ser ayudado. El orgulloso nunca pide consejos, jamás pierde una discusión, nunca pide perdón.

-Demanda y exige permanentemente: un espíritu orgulloso es un espíritu exigente, nos referimos a que de una manera intensa y tenaz reclama y demanda: atención, respeto, privilegios, felicidad, derechos. Exige y demanda que: sus amigos y familiares cumplan con sus propias expectativas, que sean como él quiere que sean. Que el conflicto se solucione de la manera que  espera. Que aquello que tanto le molesta desaparezca de inmediato. Que se sus planes y sueños se hagan realidad en tiempo y forma como desea. Que quienes le rodean se amolden a sus gustos.  Es decir, espera que todo el universo cumpla sus deseos y expectativas, que todo y todos se adecuen a sus demandas. Todos tenemos derechos y obligaciones pero debido a su óptica deformada, el orgulloso sólo sabe de derechos y desconoce sus obligaciones. Por tal motivo una persona orgullosa fácilmente se convierte en una persona controladora, que termina manejando a los demás. Está tan obsesionada con que todos sean como quiere que sean, que tienda a dominar a quienes les rodean, los anula reprimiendo toda naturalidad y espontaneidad, ante su presencia nadie tiene el derecho de ser como es. La persona orgullosa se cree con el derecho absoluto de imponer su propio estilo y opiniones. En realidad nada le satisface, nunca queda conforme.

Sólo el AMOR puede cambiar el corazón de una persona. Cuando hay madurez, uno sabe relativizar la propia importancia, ni se hunde en los defectos ni se exalta en los logros. Y a la vez, sabe detenerse en todo lo positivo que observa en los que le rodean. Saber mirar es saber amar. A lo sencillo se tarda tiempo en llegar.

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